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24.1.09

Selbstbetrachtung

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No encuentro una palabra más adecuada para titular ésta entrada del año que entra. Viene a ser algo así como "autobservación".

No es que sea algo que merezca una mención de honor, ni siquiera creo que sea una curiosidad que despierte especial atención de quienes lo lean; más bien es meramente anecdótico, pero sí espero que descubráis conmigo las vicisitudes animosas. Con toda sinceridad: para mí fue chocante y apabullante y un poco de autocrítica compartida nunca está de más…

Yo estaba esperando delante del cajero, mejor dicho, delante de la cabina en la que se encontraban los dos cajeros automáticos del deutsche Bank. Algo que ya de por sí, a mí, personalmente me resulta incómodo: no sólo por la espera que uno tiene que realizar, sino también por el hecho de sentirse un borreguito que va a pastar a las fauces del lobo. No sé sí me explico, ni me importa; continúo: una pareja quería entrar antes que nosotros en dicha cabina, ocupada ya por una persona que se encontraba tecleando para que se abriera esa ranurita fina de la que salen finos billetes de Euro.Yo permanecía allí de pie, con la sillita en la que sentaba un Luis Pablo enfermo y algo desganado. Pero al haberse él, su pareja ni me quiso mirar, percatado de nuestra presencia, recularon amablemente mirándome ―él, de ella(s) mejor no hablo― y preguntándome si estaba en la “cola”, palabra fea como ella sola. Acto seguido llegó una señorita que sí nos miró a todos pero evitó perfectamente un contacto visual de más de un segundo, entró en la cabina y se puso a mirar a las musarañas. En ese mismo instante con un Luisito febril en el cochecito sentado no vacilé ni un segundo y entré para hablar con la señorita que se coló en la cola:

Disculpe, ¿no ha visto que estábamos esperando delante de la cabina?

No es mi problema si no entráis.

Bueno, pero es que estoy con el nene enfermito y no quiero esperar en este espacio con el aire tan horrible que hay dentro para no contagiar a nadie.

Y ella en sus trece:

Pero es que no es mi problema sí la gente no se pone en la “cola” dentro.

Mire Usted, yo me enfado pocas veces pero no me haga enfadar que ya es suficiente con que uno de nosotros se haya puesto maleducado. Hágame el favor de salir quev yo y esa pareja de ahí fuera estábamos antes que Usted y punto.

Es verdad, yo lo corroboro. Añadió la otra terminando de guardarse los leros en su cartera.

Y salí creyéndo que ella, la señorita, lo había entendido. Pero no. Ella, en cuanto la otra persona parecía terminar sus cosas que ha nadie le interesaban, se dirigió al cajero e introdujo su tarjeta, a lo que acto seguido, yo entré hablándole de nuevo y preguntándole si no hablo alemán mientras tecleaba varias veces la teclita roja de CANCELAR.


Váyase por favor y abra un poco sus ojos que parece ciega.

¿Puedo sacar mi tarjeta? (en un tono nada agradable)

Si claro, pero ¿por qué no me escucha?

Es que no es mi problema si la gente no espera sónde tiene que esperar.

Acto seguido se fue mascullando algo hacia mi persona que preferí no oir.

Y aquí para meterles a Ustedes queridos lectores en la situación, que en el fondo era efímera y creo que yo no le debería haber dado la menor importancia como hizo la pareja cuando la vió entrar: Mira esa ¡que descarada!

Yo no pude contenerme, por varias razones, pero la más importante porque seguramente me haya contenido demasiadas veces en esta vida llena de insolencias y otras veces he sido demasiado insolente en esta vida contenida.

Lo peor de todo fue que mientras yo estaba tecleando el cajero, casi me pongo a llorar. Pensando “Joder, creo que te has pasado, no era para tanto. Pobre mujer.”

Y luego, al salir, les digo a la pareja que yo normalmente no soy así, a lo que ellos, él, que se dió cuenta de que no me salían las palabras para explicar mi reacción, contestó:

Sí, bueno, que tenía Usted ganas de bronca.

Me mató, nada más lejos de mis intenciones, pensé. Y me fui empujando el carrito de Luisito y empujado por la mala conciencia de la falta de respeto que había hecho. Me pongo a buscarla, a la señorita, para aclarar las cosas de manera natural, pero era tarde... Y con ella se fueron todas mis buenas intenciones de respeto colectivo.